viernes, 8 de noviembre de 2013

Mi Infancia. Mi Barrio. Mis Orígenes II

Hace unos días me encontré con un amigo de la infancia al que hacía mucho tiempo que no veía, todo y vivir cerquita, nuestros ritmos vitales son muy distintos y sólo coinciden de uvas a peras o cuando nos buscamos alguna excusa para organizar una cenita multitudinaria y "revival". El caso es que a su segunda cerveza y mi segundo té, de esto ya hablaremos otro día, nos pusimos a recordar las batallitas de críos. Debe ser el otoño, que aunque climatológicamente se ha resistido en llegar, se ha instalado ya en nosotros hace tiempo. Y hablando y hablando, se nos fue un buen rato, sólo interrumpido por una llamada de socorro a mi móvil. 

Total y a lo que voy, se me quedó en la cabeza el run run del recuerdo, la nostalgia de las anécdotas vividas, que habladas, se hiceron repentinamente cercanas. Y claro, la batidora que tengo por cabeza, se puso a pensar y a insistirme tanto que me propuso el desafío de si sería capaz de ordenar y contar cual ha sido mi historia en formato "explícaselo a tu hijo y que lo entienda y no te pida ver los dibujos de la tele". 


Y como siempre que me retan, pico el anzuelo, me dispongo a perpetrar el asalto a mis recuerdos. Lo haré poquito a poco, si se me permite y para no cansar en exceso, a riesgo de resultar pesado en algún momento, porque más de uno dirá, pero no habló de sus orígenes ya?. Así que, para los que quieran, es el momento de dejar de leer y abandonar, yo lo aviso.


Nací un verano de calor, mucho calor, de esa que llega en olas y que cada vez tenemos con más frecuencia. Me pasó como a Obelix, de tanto calor como hizo, desde entonces casi siempre tengo o sufro el calor. Y si hijo, hubo un tiempo que también fui bebé y no tenía el pelo de "abuelo" como ahora. De hecho fui pequeño mucho tiempo y estuve siempre rodeado de mayores. Las tíos y las tías, los abuelitos, que si, siempre han sido mayores. En casa siempre había mucha gente mayor, casi como cuando las fiestas de cumple pero sin piñata.


Y éramos muchos y el piso era pequeño y se dormía en literas, los chicos por un lado y las chicas por otro y los abuelos y la abuelita C. Pero eran literas mágicas, a veces se convertían en castillos, otras veces en barcos o submarinos, otras en aviones, o en coches super rápidos, más que Rayo McQueen. 

El paso del tiempo era diferente. Las horas del reloj llegaron mucho más tarde. Había  el tiempo de ir al cole, bueno ahora lo llaman escuela, había el tiempo de casa y el de jugar, siempre el de jugar. Estábamos siempre jugando, y en la calle, porque los parques eran sólo los de atracciones y la escuela no tenía vallas y se podía jugar siempre en los patios, porque había más de uno. Y jugábamos en la plaza, y en las fuentes, y en casa de Pedrito o de Manolo Pequeño, o en el rellano de la escalera, o nos íbamos de exploradores por la montaña o los campos,porque antes aquí cerca pasaba como en el pueblo. Y jugábamos con la pelota en la calle, que no estaba prohibido, o al bote, o a pillar, o a canicas (gua, chiva, pie, tute, rematute, gua y mate), incluso a un juego que después me enteré que se llamaba beisbol. Y claro, con el mecano, los geyper o los arganboys o clicks, los cromos, la peonza...


Y en verano, eso de los casales o las colonias no existía. Acabado el cole, con la tieta y mi mamá, tú abuelita, nos íbamos al pueblo, a estar con los abuelitos E y C, mis abuelitos. Los viajes eran entonces más largos a pesar de ser la misma distancia. No había molinos de viento, ni el Gigante de Hierro nos salía a saludar cada vez, ni el puente de luz, ni los chorrillos... Íbamos en tren y autocar o taxi. Eso si, en el pueblo también  estábamos todo el día en la calle jugando solos y sin mayores. A todos los lados, a todas horas. Y subiéndonos a las higueras, como Juan Perro y su nave estelar. Utilizábamos el botijo para beber, las calles eran de tierra y el tío J tenía muchas ovejas y corderitos que siempre estaban paseando.


Pero el año que cumplí ocho, cuando las clases no tenían nombre como ahora, pasaron cosas muy importantes. Mi abuelito se puso malito y nos quedamos todo el invierno en el pueblo yendo a la escuela con todos los niños y niñas mezclados. La maestra era tan seria que parecía casi de Hallowen. Hacía tanto frío, que si sacabas el dedo por la noche, se quedaba como una estatua helada. Pero aún así, jugábamos en la calle. Tuvimos que volver aquí, a la ciudad, a casa para hacer controles (antes los llamaban exámenes). Poco después el abuelito marchó a estarse con las estrellas en el cielo. Y brilla mucho, tanto como una galaxia entera, pero a cambio dejé de verlo para siempre en la casa y lloré mucho.

Pero la vida sigue y está llena de aventuras. Poco tiempo después, volvieron los buenos momentos. En casa se hizo una fiesta muy grande para celebrar el aniversario de novios de los abuelitos. De repente apareció mucha familia nueva.Aquello era increíble. 
Con los abuelitos a partir del siguiente verano empezamos a viajar por toda España y no solo íbamos al pueblo. No se acababa nunca de conocer sitios de playa, de montaña, castillos...

Y la tele? entonces era en blanco y negro, aunque llegó el color. y sólo había 2 canales y los pequeños sólo podíamos ver dibujos, porque casi todos los programas llevaban rombos. Así llegaron Heidi y sus ganas de vivir, Marco, Vicky el Vikingo, un niño con muchas ideas como tú, Mazinger Z y Afrodita A. Más tarde llegó una niña extravagante y que le daba lo mismo ser diferente a los demás y no pasaba nada por serlo(esto descubrí que era muy importante). Con el tiempo, como te pasará a ti, muchos de ellos te darás cuenta que eran...infumables.

El barrio poco a poco fue cambiando y perdiendo la alegría. Dejó de ser como un pueblo donde todos nos conocíamos. La palabra crisis que tanto oímos ahora, entonces también estaba por todos los lados. Mucha gente buscando la libertad cayó en demasiadas trampas, pero de eso hablaremos más adelante, seguro. La gente de repente salía a la calle a pedir las cosas gritando, siempre gritando y eso yo no lo entendía. Pero el caso es que, carreras aparte, se podía hacer y cada uno defendía lo que consideraba mejor no sólo para ellos, sino para todos, no como ahora. Eso tenía un nombre que yo no había escuchado nunca, manifestación. En aquella época siempre había, tantas que la gente se acabó aburriendo y dejando de hacer. Hasta ahora se han llevado poco, o incluso han estado mal vistas, pero creo que toca otra vez sacarlas como los juguetes que tenemos mucho tiempo guardados y un día los redescubrimos y nos hace mucha ilusión jugar con ellos.

El cole cada vez era más difícil, pero más interresante. Sobretodo porque un año de repente, y aunque suene un poco extraño, nos juntaron a los niños y las niñas, si antes los niños y las niñas íbamos separados a la escuela. Fue un cambio "supermegagrande!!!!" Los niños cambiamos, pero sobretodo las niñas. Y nadie nos dijo como se debía jugar juntos, ni hablarnos. Suena raro, verdad? lo cierto es que cada vez nos costaba más jugar a canicas, a la pelota, al bote...La gracia estaba en ir muy rápido con la bici para así dar vueltas a la manzana y poder ver a las niñas a cada pasada, de manera fugaz hasta la siguiente vuelta. Y los domingos, pues a misa como Dios manda. Claro que era muy divertido porque aprovechabas para ver de manera "sutil" y "secreta" a las niñas, alguna con cara de princesa de cuento que te hacía soñar con castillos...


Y lo dejo aquí, por hoy ya es bastante. No quiero abusar de nadie...prometo continuar otro rato torturando a quién se deje y estrujando mis recuerdos...todo por tomar té.


2 comentarios:

  1. Buenas Señor,
    He estado tres dias con desconexion
    total... el viernes me hubiese encantado poder decirte que cuando lei esta entrada no me dejó indiferente sino me conmovió... Me resulta mágico y especial. Y si esta debe ser una tortura para mí estoy agradecida por ello.
    Un abrazo enorme!

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  2. Una vez más muchas gracias por sus palabras!! Espero no torturar más de lo necesario y amenazo con continuar la historia...

    Un abrazo!!

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